Somos siete

La Reina se fue unos días a la Sierra con el cole y el Oráculo y yo aprovechamos para ampliar la familia... no de ese modo, no. Sólo fuimos al Verdecora y compramos dos hamsters monísimos, uno blanco y otro negro.

Queríamos darle la sorpresa cuando volviera y montar la jaula juntos, ponerles la comida, verlos girar en la rueda, en fin, lo que se hace con los hamsters, así que los compramos justo antes de recogerla en el bus.

Mientras iban en la caja se oían unos chilliditos algo impactantes, pero como quien nos atendió nos dijo que era normal, que necesitarían un tiempo para adaptarse, pues nada, no hicimos caso.
Cuando llegamos a casa empezamos a desembalar la jaula, que es de enorme, para que las dos bolitas vivieran allí felices, y cuando los sacamos... bam!, el negro directamente se va a por el otro y le pega un viaje que lo deja panza arriba.

Alucinamos, los separamos, esperamos y... un segundo ataque, un tercero, varios más, y por fin, el blanco empieza a sangrar por la patita trasera, ese fue el límite.
La Reina se enfadó y dijo que devolviéramos al negro, pero ya nos advirtieron que no se podían devolver, así que ¿qué podíamos hacer?.

En fin, ahora seguimos teniendo dos hamsters, pero tenemos dos jaulas, dos ruedas, dos casitas, dos bebederos... y una sensación de hastío de que no sé para qué nos metemos en estos líos que me supera.

Lo que si solucionamos rápido fue lo de qué nombres les pondríamos, como son hembras al principio pensábamos si las llamaríamos luna y nube, o carboncita y algodón, o cuchi y mepó... pero después de la guerra que contemplamos las llamamos Darth Vader y Skywalker, sin discusión.