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Resulta que ahora que vuelvo a ser libre, tengo tiempo para escribir.

El ordenador ya no es el mismo con el que escribí todos los post publicados hasta ahora, lo tuve que cambiar porque nada más encenderlo sonaba como si un avión fuera a despegar desde debajo de la mesa. Además iba tan lento, que mientras arrancaba me daba tiempo a darme una vuelta y fumarme un cigarro.

Tampoco es el mismo teclado, ni el mismo monitor, este teclado sobre el que escribo es casi plano, no acabo de acostumbrarme y el monitor es panorámico, de 23 pulgadas, a eso sí que me he acostumbrado muy rápido.

La mesa sobre la que escribía era demasiado grande para meterla en esta habitación, así que también estreno mesa y estrenaré sillón en cuanto tenga un rato y ánimo y vaya a comprarlo. Me va a costar mucho deshacerme de este, son incontables las horas que he pasado sentada en él. 

Es un sillón de piel, de esos de superboss de superempresa, compramos dos iguales cuando el Oráculo y yo nos casamos, se reclina hacia atrás y sube y baja para ponerlo exactamente a la altura que quieras, o más bien subía y bajaba, porque ya no lo hace.
El otro sillón está perfecto, pero ahora lo utiliza la Reina y no quiere cambiarlo por uno nuevo. No me extraña.

Así que una vez le diga adiós a mi sillón, salvo yo misma, todo a mi alrededor habrá cambiado. 

Este verano se ha cumplido un año desde que nos trasladamos a la nueva casa, en el camino han ido quedando muchas esperanzas, pero también muchos miedos. Es la quinta casa en la que vivo, pero es la primera que siento como realmente mía, llevo un año sintiéndome así y aún no sé bien por qué.

La terraza está orientada al Este y todas las mañanas veo el maravilloso espectáculo del amanecer, estoy segura que los de Disney han tenido que venir aqui para inspirarse y dibujar esos cielos rosas y azul pitufo de los dibujos animados. Es tan increíble que si lo hubiera pintado alguien se podría pensar que es rematadamente cursi. Pero es real y es impresionante. 

Me gusta salir cuando sólo se puede intuir que el sol va a emerger y esperar a que salga completamente. El cielo va cambiando constantemente de color, basta que te distraigas con el móvil un minuto, que cuando vuelves a alzar la vista la intensidad de los colores ha cambiado, de grises a azules, de azules a morados, de morados a rosas, de rosas a blancos, hasta que por fin todo queda iluminado por el sol y parece que el cielo puede descansar.

Supongo que es así como me siento, he pasado por una gama interminable de colores, de situaciones, de personas, de recuerdos y ahora siento que tengo la oportunidad de amanecer, una vez más.

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