La soportable eternidad del Ser

Esta mañana he tomado mi primer café leyendo "La puerta anti estrés" de El Blog de Iago González, gracias a Adrián que lo ha compartido en Facebook.

Creí que era Lago González porque en mi móvil, con la letra tan pequeña y sin las gafas para ver de cerca, no se alcanza a distinguir la I mayúscula de la L y mi cerebro interpretó que era una L.
Mi realidad se impuso a la realidad socialmente aceptada.

Después me fuí a la cocina con el Oráculo a fumarnos un cigarro, al abrigo de la campana extractora de humos, donde tengo las conversaciones más interesantes que pueda llegar a tener con otra persona.
El Oráculo lee a Pratchett de forma compulsiva y comentamos lo que lee, adora a Pratchett y yo adoro al Oráculo y a Pratchett .
Y hoy también he adorado a Iago González y su peculiar forma de sentir y pensar la realidad.

Muchas veces hemos comentado el Oráculo y yo la particular y original forma de escribir de Pratchett. Siempre le digo que si alguien quiere sentirse realmente libre debería leer a Pratchett mientras escucha a Bach. Lo que pasa es que después la realidad iba a resultar muy tediosa, angosta y claustrofóbica.
Si mi vida fuera una película, discurriría en el universo de Pratchett y la banda sonora sería de Bach.
Así todos los días.
Y claro, después es complicado estarse anclando a estas cuatro paredes que conforman la realidad convencional en la que todos nos encontramos habitualmente.

La puerta anti estrés de Iago podría ser un personaje del universo Pratchett.
Allí es real, tan real como lo son cualquiera de sus personajes y cualquiera de sus lectores.
En Pratchett la imaginación y la realidad coexisten y se respetan, se aceptan y se complementan, no existe una realidad en donde la imaginación no pasee libremente y por eso cuando uno lee a Pratchett, no puede evitar una sonrisa de complicidad.
Todos podemos comprenderle, escribe acerca de una realidad imaginada que todos compartimos, que nos resulta común y muy conocida y que sin embargo nos empeñamos, según cerramos el libro, en asegurar que no existe.
Pero si no existe, si esa realidad imaginada no es estrictamente real, si es sólo pura imaginación, ¿cómo podemos reconocerla tan bien?, ¿como podemos sonreír mientras leemos y nos reconocemos en sus razonamientos?.

Pues porque obviamente sí que lo es, esa realidad que uno imagina es tan real como lo es la realidad socialmente aceptada, como la realidad convencional y para vivirla sencillamente hay que perderle el miedo, dejar que te traspase y si puede ser, incluso disfrutarla.

La puerta anti estrés de Iago existe, es real, seguramente todos tenemos una y si no lo crees porque aún no te has topado con ella, es que tu vida ha sido siempre y es, un oasis de paz.
Enhorabuena, aunque entonces no sabrás de qué estoy hablando y ya puedes dejar de leer, si es que existes.

En la realidad que yo imagino la puerta anti estrés no es la puerta de mi casa, que siempre abre bien, es la puerta del portal de entrada al edificio. Una puerta acristalada de aluminio blanco, de doble hoja, con un pomo dorado con cerradura, lo que es una puerta de portal normal y corriente, aparentemente inofensiva.

Pero no es inofensiva, no lo es, en la realidad que imagino es un monje budista y no uno de esos con pinta de buena gente, apacible y con barba blanca. Mi puerta anti estrés es un monje zen bastante hijo de puta, condescendiente y sarcástico.
Cuando se niega a abrise es porque me está retando y me recuerda lo idiota que soy por dejarme llevar, una vez más, por la corriente de todo aquello que sé que no me gusta, no me hace bien y me empeño en seguir haciendo.

Así que respiro profundamente. Miro hacia abajo y agacho la cabeza. Después miro al frente y veo mi reflejo en el cristal, siempre pienso en romperlo y abrir por dentro, sería más fácil, pero claro, me mirarían mal los vecinos porque no lo entenderían. ¿O tal vez sí?.
Así que continúo mirando mi reflejo durante unos segundos, vuelvo a intentar abrirla y se abre.

Ha cumplido con su trabajo, junta sus manos y con una reverencia me dice Namasté, yo saco la llave, le miro refunfuñando y entro.

Todo esto es real, si sucediera en un libro de Pratchett, mi Puerta Anti Estrés hasta tendría un nombre y seguramente hasta pertenecería al Sindicato de Puertas Anti Estrés, que estaría federado con los demás sindicatos de Puertas.
Como el Sindicato de Puertas al Cielo, el de Puertas del Infierno, el de Puertas Que No Voy A Volver A Abrir, el de Puertas A Ninguna Parte, el de Puertas A La Incertidumbre, el de Puertas Sin Vuelta Atrás, el de Puertas Sólo Al Descansillo, el de Puertas Al Campo y todo un universo de Puertas con nombres, apellidos, derechos y obligaciones. 

Y todos sabríamos de qué estamos hablando.
Y todos habríamos cruzado esas Puertas alguna vez y muchas otras más Puertas y sabemos lo que significa cruzarlas o quedarte esperando en el umbral y dudar antes de entrar o entrar sin pensar mucho y después alucinar con lo que hay dentro o alegrarte o arrepentirte de haber entrado.

Y ninguna de esas Puertas que todos reconocemos y que sabemos de qué estamos hablando, existen, ni han existido, ni existirán en nuestra realidad convencional y socialmente aceptada.
Pero, ¿tampoco existen en esa realidad que todos imaginamos? pues sí, yo creo que sí existen y que todo tiene un sentido cuando eres capaz de observar la realidad a través de la imaginación.

Así que divagando sobre la verdadera naturaleza de las cosas en la realidad imaginada, regresé a escribir en el ordenador y me puse las gafas para contrarestar los efectos de la vista cansada, esa que aparece según cumples años, como las arrugas o las canas.
Cuando el Oráculo pasaba por ahí le pregunté si la vista cansada no sería esa parte de la imaginación que nos va invadiendo poco a poco y que nos impide ver la realidad de la misma forma que cuando éramos jóvenes.
Si el ímpetu y la ilusión de los años de juventud desaparece porque caminamos hacia el estado perfecto, que es saber mirar la realidad convencional con los ojos de la experiencia y de la calma de conocer que todo fluye si sabemos imaginar cómo.

No necesito gafas para leer, no tengo la vista cansada, lo único que ocurre es que al fín he llegado a la edad en que la realidad ya no puede soportar la fuerza de la imaginación y no puede evitar que consiga sólo ver más allá y que para ver las cosas que son más pequeñas tenga que poner más distancia entre ellas y yo y pueda así apreciar el conjunto y no perderme en los detalles.
Paradójicamente ahora que se supone que veo menos, es cuando estoy viendo más.

Fue por esa razón por la que imaginé que leía el blog de alguien que se hacía llamar Lago, un nombre original y curioso que me evocó un lago en calma, de aguas transparentes y tranquilas, que me hizo pensar que aquello que iba a leer tendría necesariamente alguna relación con esa idea que imaginaba.
Y acerté.

Así que ya sabes, la vida es tal y como la imaginas, lo demás es sólo producto de la realidad.