Me dijo que tuviera cuidado con lo que soñaba, porque se podía hacer realidad. Me quedé mirándole, tratando de calcular a qué demonios se refería. Dice las cosas con una calma absoluta, sin importarle cuanto daño pueda hacer, a veces incluso sin dejar de sonreir. Se podría decir que es un auténtico capullo, y quien lo dijera casi acertaría, porque es cierto que lo es, pero sólo porque le dá la gana. Adoro su irónico sentido del humor, por muy hiriente que sea, la lealtad que demuestra hacia sus amigos, aunque no lo merezcan, el hecho de que se crea mejor que los demás, y lo diga, y tenga razón, su falta absoluta de paciencia con la estupidez ajena y su ingenuidad acerca de que esté seguro de que se puede hacer algo al respecto, y sobre todo, lo que más adoro, es el tamaño de su ego, que es casi, casi, tan grande como el mio. "El peligro es perder a quien se ama, con la furia que desata el huracán, comprobar que en casa ya no queda nadie, y que no hay nadie a quien pue...