La Reina se fue unos días a la Sierra con el cole y el Oráculo y yo aprovechamos para ampliar la familia... no de ese modo, no. Sólo fuimos al Verdecora y compramos dos hamsters monísimos, uno blanco y otro negro. Queríamos darle la sorpresa cuando volviera y montar la jaula juntos, ponerles la comida, verlos girar en la rueda, en fin, lo que se hace con los hamsters, así que los compramos justo antes de recogerla en el bus. Mientras iban en la caja se oían unos chilliditos algo impactantes, pero como quien nos atendió nos dijo que era normal, que necesitarían un tiempo para adaptarse, pues nada, no hicimos caso. Cuando llegamos a casa empezamos a desembalar la jaula, que es de enorme, para que las dos bolitas vivieran allí felices, y cuando los sacamos... bam!, el negro directamente se va a por el otro y le pega un viaje que lo deja panza arriba. Alucinamos, los separamos, esperamos y... un segundo ataque, un tercero, varios más, y por fin, el blanco empieza a sangrar por la