También me equivoco
Acabaron de cenar y fueron saliendo por la puerta del restaurante. M. iba solo, caminando delante de ella, a unos pocos metros giró a la derecha y entró en el local en el que habitualmente se reunían. Después de lo que la habían contado durante la cena, y al menos hasta que tuviera un momento para pensarlo, no quería encontrárselo, así que esperó a que alguien más saliera del restaurante. Esperó en vano, el destino nunca la había ayudado y no iba a empezar ahora, ¿no?. M. asomó la cabeza a ver si llegaba alguien más y ella echó a andar, tampoco quería que la viera parada en medio de la calle. Llegó a la puerta y comenzó a subir los escalones, mirándolos, uno a uno. Cuando llegó al último vió también que la puerta estaba abierta, M. la sujetaba, sonriendo, esperando a que ella entrara, como si nada hubiera pasado. Mucho tiempo después se dió cuenta de que seguramente las cosas no eran como se las habían contado, pero el daño ya estaba hecho. No volvió a verlo.