Los Bakugan y la manifestación de la conciencia

Bakugan es el nombre del juego de moda entre los compis de la Reina.
Consiste básicamente en unas esferas de plástico que se abren al contacto con las cartas del juego y que después debes cerrar manualmente.

Tiene un rollo épico anexo que no me he molestado en aprender, puntos que otorgan poder, varias familias que se distinguen por el color de los bakugan y demás historias que hacen que no sólo sea un juego de esferas que lanzas sobre cartas, por mucho que personalmente me lo siga pareciendo.

El caso es que a la Reina le gusta jugar con los Bakugan, y en el recreo se dedican a cambiárselos en función de los que te falten y de la importancia que tengan en el juego, son más apreciados los que tienen más puntos.

El otro día para darle una sorpresa, y porque no hace más que sacar sobresalientes, el Oráculo le compró una tanda de seis bakugan, y cuando se los dió resulta que había tres que tenía repetidos.
No había problema, porque en cuanto llegara al cole los cambiaría.

Volvió del cole y le pregunté qué tal había ido y me dijo que estupendo, me enseñó los dos que había cambiado, que tenían una puntuación similar a los que ella había dado, y con una sonrisa maliciosa se reservó el tercero para el final.
Me lo enseñó como quien enseña un tesoro, había cambiado el peor por uno de los mejores, con una puntuación altísima.
Acompañó la presentación con la risa malvada clásica de cualquier dibujo animado,"Mwahahahaha, soy mala, malísima, le he engañado, no se ha dado ni cuenta" y de nuevo "Mwahahahaha".

No hago más que decirle que ser malo no es algo que te haga sentir bien a largo plazo, que seguramente el niño al que ha engañado no quiera ni volver a verla, pero en fin, eso es algo que se aprende con el tiempo.
Aunque en este caso aprendió en muy poco tiempo.

Me pasó el superbakugan y lo acerqué a la carta para ver como era por dentro.
Muy chulo, si, y al cerrarlo me di cuenta de que no cerraba bien, lo intenté de nuevo y entonces supe quien había engañado a quien.
Estaba roto.
Se había abierto y cerrado tantas veces que no se mantenía cerrado, a no ser que ni lo miraras, y ni eso.

La Reina se enfadó, mucho, la risa malvada que aún flotaba por el salón se congeló.
Me lo cogió, lo abrió y cerró, lo observó bien, y si, no se cerraba, estaba mal, la habían engañado.
Se quedó en silencio, muy seria, muy triste.

Le dije que esa era una lección que debía aprender, cuando trates de engañar a alguien y te resulte muy fácil, piensa en si no es posible que sea él quien te está engañando.

Por lo visto la Reina pensó que el niño no se había dado cuenta de la puntuación, le dijo que el de ella le gustaba más, que era más bonito, y el cambio se hizo rápido.
Ella lo guardó enseguida, sin mirarlo mucho, no fuera el otro a cambiar de opinión.

No había mucho más que aprender ese día, pasó toda la tarde triste y el bakugan maldito quedó abandonado en la mesa del salón.

Días después, a la hora de la merienda, se sienta a mi lado en el sofá, con ganas de hablar.
Le pregunto que qué tal todo y me dice sin mucho convencimiento que bien.
La miro e insisto, porque siento que ha pasado algo.

Me cuenta que ha cambiado el bakugan maldito a otro niño, sin que el niño se diera cuenta de que estaba roto, y que encima se lo ha cambiado por otro con casi la misma puntuación.
Pongo cara de póker y la digo, aha ¿y?.
Mira al suelo y me dice que se siente muy mal, que no sabe qué es lo que le pasa, que siente algo raro en el estómago.
Le pregunto que por qué cree que se siente así, y me dice que piensa que el niño llegará a su casa y verá que está roto, y se pondrá muy triste.
Le digo que tal vez el niño sepa que estaba roto, pero le daba igual, pero me asegura que no.
Entonces le digo que tal vez el niño cree que la ha engañado a ella, y ella dice que si, que es posible que sea así.
Me dice que ha hecho lo mismo que le hizo el otro niño a ella.

La abrazo y le digo que esa es una nueva lección que debe aprender, si alguien te hace daño, no te vas a sentir mejor haciendo el mismo daño a los demás, seguramente te sentirás aún peor, porque sabrás exactamente el daño que estás haciendo.
Me pregunta por qué le duele el estómago y le digo que así es como te sientes cuando haces algo que crees que no está bien hecho.

Pasamos un rato en silencio y me pregunta cuando se le pasará.
Le digo que piense en si es posible que vaya a hablar con el niño y le devuelva el bakugan.
Lo piensa y me responde que si, pero me dice que el niño que le dió el bakugan maldito no hizo eso con ella.
Le digo que tal vez no lo hizo porque él no se sintió mal engañándola.

Seguimos en silencio y siento que toma una decisión.
Me mira y veo en sus ojos que ya se siente mejor, está más animada, me dice que irá al recreo, buscará al niño al que engañó y le devolverá el bakugan.
Le pregunto que si entonces se quedará con el bakugan roto, y me dice que si, que no le importa.
Sonríe, me abraza con fuerza, me besa, se ríe, pero esta vez de felicidad.
Ahora ya se siente bien, mañana lo solucionará todo, "gracias mami!!!".

Creo que aprendo más de la Reina que ella de mi, mucho más.

Comentarios

  1. He pasado de no escribir nada a post interminables... ¿? joer, a ver si encuentro el equilibrio! :D

    ResponderEliminar
  2. Nada, nada, vas por buen camino. Lo malo es que la Reina no tiene futuro en la política. Probablemente, logrará ser alguien de provecho.

    ResponderEliminar
  3. Buenísima la historia. Mis príncipes son más de Gormitis y estampas de fútbol, pero lo de la risa maquiavélica es la misma en todos los niños, creo.

    En los remordimientos se ve que la reina tiene que ser especial. Será una de las poquitas cosas que aprendió de su madre. Jejejeje.

    Da gusto verte tan prolífica ultimamente. A seguir así.

    ResponderEliminar
  4. Que gran historia para aprender y que aprendamos, estas educando con gran acierto, enhorabuena!!!

    ResponderEliminar
  5. No entiendo nunca nada de lo que escribes.

    ResponderEliminar
  6. Bonita historia. De las que ya no se escriben. Me la apunto...

    ResponderEliminar
  7. Vicente, la Reina sólo tiene 9 años y una Mami que sabrá enseñarle bien qué es la vida... si quiere podrá tener futuro hasta en la política, pero sólo si quiere ;)

    ResponderEliminar
  8. Anónimo, pues los gormitis también adornan cada rincón de la casa, esto de las modas en juguetes infantiles veo que no tiene fronteras :D

    Muy bueno eso de los remordimientos, joer, qué bien me conoces :D pero como le he comentado a Vicente, espero que no sea como yo y evolucione, y no me quedaré sólo esperándolo, claro :D

    ResponderEliminar
  9. angel colmenero... pues entonces no sé para qué me lees O_o ¿?

    ResponderEliminar
  10. Gracias Pitxi, para la edad que tiene es lo que debo hacer, pero ya crecerá... creo que mi obligación es enseñarla a sobrevivir, y bueno, la vida es como es, no como uno quiere que sea.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario