Nunca regresó a Melbat

Nunca regresó a Melbat, no podía.
Había dejado que el tiempo transcurriera, tratando que sólo con su paso la herida cicatrizara, y lo hizo, pero los recuerdos seguían allí.
Las calles empedradas, los fríos muros, la soledad.

La ira había congelado su corazón y combatió sin piedad, pero cuando contempló lo que había hecho, el dolor fue aún mayor.
Fue tanto el odio, fue tan cruel la venganza, fue tan terrible la guerra, que sobre aquellas calles, entre aquellos muros, la vida no volvería a intentarlo.

Nunca volvió a Melbat, no quedaba nadie allí.
Combatió contra sus hermanos, contra los de su misma sangre, se había negado una y otra vez la compasión, la comprensión.
Nunca confió en nadie, nunca escuchó a nadie, nunca se permitió sentir.

No podía volver a Melbat, porque cuando consiguió no volver a odiar, no existía nadie a quien agradecerlo.
Cuando lo entendió, ya era tarde.
Cuando por fin sintió, las calles empedradas no se atrevían a ser testigos de sus pasos, los fríos muros eran incapaces de devolver el eco de su lamento.
Tanto dolor, tanto sufrimiento.

Nunca regresó a Melbat.

Comentarios

  1. Pues el empedrado de la foto invita a ir.

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  2. El dolor y el sufrimiento son parecidos a los efectos del caballo de Atila o peor aun a una catastrofe ecologica, ya sea un incendio o un derrame de petroleo. Arrasan con todo y despues no se vuelve a recuperar su estado, quedan las cicatrizes con las que hay que convivir y aprender, pero hay que volver y enfrentarse con ello.

    Todos somos responsables de nuestras acciones, haya muertos o heridos de por medio.

    Bonito relato :))

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  3. Si Vicente, la de la foto es una ciudad muy bonita.

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  4. Tal vez tengas razón Pitxi, trataré de regresar a Melbat... tal vez si lo imagino, sucederá ;)

    besos

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