Abundando en el desinterés
No hay remedio, la vida continúa sin importarle cómo te sientas. La muerte de mi amigo Osvaldo me ha tocado de lleno, si estuviera jugando a los barquitos sería un tocado y hundido de pleno, sin importar que el objetivo haya sido un aparentemente impasible acorazado. Un sólo disparo certero a la línea de flotación y premio, el barco hace agua y se hunde sin compasión. Y ahí estaba yo de nuevo, en una Zodiac sin motor, sólo un par de remos para alcanzar la orilla y volver a empezar. Fue entonces cuando diagnosticaron a mi madre de alzheimer. No sé a quién se le ocurrió que las desgracias no vienen solas, pero tenía toda la razón y además añadiría que son de parecido calibre. Puedes cortarte con un folio y después darte un golpe con la rodilla en la pata de la mesa. Puedes suspender un examen y después llegar tarde a una entrevista de trabajo. Puede morir uno de tus mejores amigos y después que te digan que tu madre tiene alzheimer. Son desgracias coherentes, con una