El mar
Cuando te conocí estabas sentado en el suelo de la terraza de la casa, mirando el mar. Tenía que hacer un recado cerca de allí y al pasar te vi y me detuve, esperando algún gesto, algún movimiento que indicara que estabas de paso o que esperabas a alguien. No parecía que fueras a moverte, así que me oculté detrás de una columna, junto a la curiosidad de saber qué hacías allí. Pasó el tiempo y nadie llegaba, tampoco te movías, no hacías pasatiempos, ni leías un libro, ni escuchabas música, sólo estabas mirando el mar. Al cabo de un rato me senté, pensando en lo ridículo que sería que alguien me viera allí sentada, oculta tras la columna, observándote. De vez en cuando girabas un poco la cabeza, para poder contemplar el horizonte en su totalidad, pero no hacías ningún gesto más, no mirabas el reloj, no mirabas el camino que llegaba hasta la casa, como si alguien tuviera que llegar por él, nada hacía pensar que estabas impaciente, que esperabas algo, sólo mirabas el mar. Me par