Ovoide y el amor eterno

Con el tiempo había desarrollado una forma ovoide. Las extremidades se habían anquilosado y reducido de tamaño y salvo la cabeza, todo se integraba en lo que parecía una gigantesca croqueta de más de cien kilos.

Tampoco parecía tan grave, ya no le dolían las piernas al levantarse porque no tenía que hacerlo, rodaba. No resultaba elegante, por supuesto, pero eso hacía tiempo que dejó de importarle. Tal vez desde que dejó de salir de casa, y sin testigos que dieran cuenta de su deterioro físico, las críticas a su estado de salud solo dependían de su propio criterio. Y siempre fue muy indulgente consigo misma.

Sí tenía algún inconveniente con el vello que cubría su cuerpo. Lo que siempre había sido una pelusilla dorada, inapreciable y sutil, había dado paso a una tupida capa de pelo oscuro y robusto. Pero era inevitable, ningún método de depilación era efectivo, así que acabó asumiéndolo.

Como también asumió la miríada de manchas y verrugas que adornaban cada centímetro de lo que fue, en lo que recordaba como otra vida, una piel prístina, suave y nacarada.

El infierno existía y no era un lugar, era su propio cuerpo y su mente estaba confinada en él.

La bellísima y perfecta máquina que le había abierto las puertas al paraíso de los placeres más inconfesables y más inocentes, que le había proporcionado todo lo que sabía o ignoraba que deseaba, desde la que observó y disfrutó del universo que la rodeaba, ya no existía.

La mutación era completa y sin retorno. Ahora comprendía desde la más tierna compasión a Gregorio Samsa, el reflejo en el espejo no dejaba espacio a la duda, era un ovoide de ocho centros, cubierto de pelo, arrugas, manchas y verrugas y mientras se observaba sin poder sentir emoción alguna, comenzo a retumbar en su memoria el eco plomizo de Manley "¿No hay forma de preservar la belleza, de la decadencia? No, no hay nada, no hay nada, desespera, desespera, desespera..."

Pero no lo haría, no desesperaría, nunca desesperaría porque pese a todo, él la amaba.

El eco plomizo 

La metamorfosis 

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