Tao

 

Extensos y floridos se dibujaban los campos a mi alrededor.

Atardecía.

La trémula luz discurría y perfilaba el rostro de él.

Siempre él.

Hacia el ocaso de este día y de nuestra existencia, no quedaba nada más que decir, sabiéndolo todo y quedando aún la eternidad por descubrir.

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