Recoger las hojas

Cuido de seis chopos, cada uno de una edad diferente.
Creo que el antigüo propietario del jardín los fue dejando crecer según le fue pareciendo bien, pero el caso es que han quedado en dos grupos de tres, los más ancianos en un lado, y los más jóvenes en otro.

Son como una familia reunida en el salón de la casa. El mayor es el que está más apartado, entre la valla que dá a la calle y los demás, casi parece que les protege del mundo exterior.
Luego están los otros dos, formando un círculo con él, y más dentro del jardín los otros tres, uno de ellos es más joven que los otros, crece un poco torcido, pero se le adivina fuerte y creo que finalmente acabará encontrando la vertical, es como mirar la torre de Pisa.

Cada primavera se cubren de hojas, y cada otoño, las dejan caer sobre el césped.
Cuando vive a vivir aqui recogía las hojas todos los otoños, el primer año con un rastrillo, tardé una semana. El año siguiente con una máquina de esas que soplan las hojas y las amontonan, tardé cinco dias. Después ya compré el tractor, que las recoge y las embolsa, y sólo tardo dos días en conseguir que se vuelva a ver el césped.

Desde que nació mi hija , hace casi seis años, había dejado de recoger las hojas, no sé por qué, seguramente todo mi tiempo era para ella, pero este año he vuelto a retomar lo que fue una costumbre, y me ha hecho feliz.

Contemplar el césped como si fuera una acogedora alfombra me dá una extraña calma que ya había olvidado.
Por la mañana, ahora que el rocío se congela, parece que la alfombra es blanca y a medida que el sol va calentándola, va cambiando de color, es como si el sol fuera despertando poco a poco mi jardín, y a mi con él.

Me pregunto cuantas costumbres he dejado olvidadas que me hacían sentir feliz.

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