- Una, dos y tres, salto y no me ves. Cuatro, cinco y seis, me escondo, ya escapé. Miraba como sus compañeras saltaban a la comba en el patio. Estaba lloviendo y como siempre que llovía, el recreo tenían que pasarlo en el patio, amontonados. Cada día se daba más cuenta que ella era diferente, no le gustaban los mismos juegos, no comprendían lo que decía, tenía que hacer un esfuerzo titánico para reirse de sus bromas y disimular esa certera sensación de estar completamente fuera de lugar. -Siete, ocho nueve, te veo si te mueves. Diez, por fin te vi y ahora te cogí. Como en la canción ese era su truco, buscar un sitio y no moverse hasta desaparecer. Había tratado de encontrar algún amigo, pero fue inútil, ninguno entendía de qué hablaba, siempre acababan con la misma expresión de abismal ignorancia, una distraída sonrisa y el silencio, ninguna otra respuesta, hasta que para romperlo ella tenía que hacer algún comentario estúpido y supuestamente divertido, entonces todo volvía a f...