Decrepitud y apatía

Han pasado siete años y empiezo a sentir algo parecido a la calma, aunque cualquiera podría apostar que es solo apatía, y ganaría.

Darle un vuelco a mi vida fue la decisión más acertada, pero me arrepentí desde el primer minuto y esa desazón, acumulada minuto tras minuto y año tras año, está pasando una factura que cada vez me resulta más difícil pagar.

Pretender afirmar que el cambio fue para mal sería objetivamente absurdo, así que me lo he negado, sistemáticamente, hasta hoy.
Pero ya no me lo niego, me importa un comino cual habría sido la alternativa, o si no existía tal, me importa un comino cualquier cosa que no tenga que ver con que me resulta imposible asumir la pérdida, sin más.

Aún queda una pequeñísima parte de mí que seguirá calculando la forma de regresar, se enfrentará  silenciosamente a esta decrepitud que empieza a anquilosarme y a pudrirme. La resistencia es inevitable, rendirse nunca ha sido una opción.

Comentarios