Fortaleza
Bueno, y tras este calentón hormonal que me ha venido tan bien porque no he sentido, ni siento, el frío que está cayendo, espero que como siempre todo vuelva a su rutinario cauce.
Navegar por un río embravecido está realmente bien, pero si lo haces durante mucho tiempo vas, y te ahogas.
Es lo que tiene la supervivencia, o más bien la necesidad de cordura, que tienes que echar el freno y amarrar las riendas, que galopar un caballo desbocado no tiene nada de seductor, y sí lo tiene montarlo, a fondo.
Ganas me han dado de hacer alguna locura, pero ya he sumado tantas que mi intuición me dice que el cielo puede esperar.
Lo vi en tus ojos. O tal vez fue lo que quise ver, aunque pondría el cuello en la guillotina sin temor a equivocarme, así de segura estoy de lo que sientes y de que no lo quieres sentir.
Sí preferiría, sin embargo, que no vuelva a pasar tanto tiempo sin que tu presencia ilumine el espacio que te rodea, aunque debe ser que hasta eso es ya demasiada petición para tan pocas promesas.
Y qué le voy a hacer si no se corresponde el envoltorio con el contenido.
Comprendo el nerviosismo inicial, la tensión, tanta seguridad obviamente impone al más valiente pero te suponía unos aceptables rayos X.
Puede que en eso me equivoque, en eso sí es posible, no soy perfecta.
Nunca se me han dado bien los acercamientos, porque soy absolutamente visible.
Creo que se me percibe desde que cruzo una puerta. Será la altura, será el parachoques, será que no bajo la mirada, será que no me importa nada, pero es lo que hay.
No se me dá bien hacerme la tonta, ni la ingenua, reboso de lo contrario por cada poro y tal vez resulte intimidante que sea así, pero no puedo tampoco ir palpando la cuadratura de los bajos del oponente para saber si puedo relajarme, así que cuando no me relajo el efecto demoledor se eleva al cubo.
Y es que si no son cuadrados no me interesa porque sé que al final el temor vuelve al poseedor huraño, inseguro y sarcástico.
Cómo adoro que mi posible objeto de placer se relaje y disfrute, sin pensar en si estará a la altura, joder, que no soy el everest, conozco a mujeres de aspecto frágil y delicado, de sonrisa trémula y caída de ojos de ameba que en realidad se acaban descubriendo como Terminator en un mal día y ya ves, les funciona.
Si, siento envidia ¿será por eso lo de las canas?, siento envidia de la que no tiene una fortaleza compleja e inexpugnable que sólo los caballeros de brillante armadura pueden derribar.
Ya me gustaría bajar el puente tan sencillamente como dar la orden de "allá vá" y permitir la entrada libre, pero la realidad es la que es.
Ni es fácil, ni hay invitación, ni lo espero, ni tan siquiera lo deseo, pero sí hay un hecho que prevalece sobre todo lo demás, la entrada existe.
Mañana será otro día, y espero que mejore el presente y los anteriores, como siempre.
A partir del miércoles disfrutaré de unas merecidísimas vacaciones hasta el año que viene y quien sabe qué es lo que sucederá o dejará de suceder, aunque esto último es muy fácil de imaginar.
Navegar por un río embravecido está realmente bien, pero si lo haces durante mucho tiempo vas, y te ahogas.
Es lo que tiene la supervivencia, o más bien la necesidad de cordura, que tienes que echar el freno y amarrar las riendas, que galopar un caballo desbocado no tiene nada de seductor, y sí lo tiene montarlo, a fondo.
Ganas me han dado de hacer alguna locura, pero ya he sumado tantas que mi intuición me dice que el cielo puede esperar.
Lo vi en tus ojos. O tal vez fue lo que quise ver, aunque pondría el cuello en la guillotina sin temor a equivocarme, así de segura estoy de lo que sientes y de que no lo quieres sentir.
Sí preferiría, sin embargo, que no vuelva a pasar tanto tiempo sin que tu presencia ilumine el espacio que te rodea, aunque debe ser que hasta eso es ya demasiada petición para tan pocas promesas.
Y qué le voy a hacer si no se corresponde el envoltorio con el contenido.
Comprendo el nerviosismo inicial, la tensión, tanta seguridad obviamente impone al más valiente pero te suponía unos aceptables rayos X.
Puede que en eso me equivoque, en eso sí es posible, no soy perfecta.
Nunca se me han dado bien los acercamientos, porque soy absolutamente visible.
Creo que se me percibe desde que cruzo una puerta. Será la altura, será el parachoques, será que no bajo la mirada, será que no me importa nada, pero es lo que hay.
No se me dá bien hacerme la tonta, ni la ingenua, reboso de lo contrario por cada poro y tal vez resulte intimidante que sea así, pero no puedo tampoco ir palpando la cuadratura de los bajos del oponente para saber si puedo relajarme, así que cuando no me relajo el efecto demoledor se eleva al cubo.
Y es que si no son cuadrados no me interesa porque sé que al final el temor vuelve al poseedor huraño, inseguro y sarcástico.
Cómo adoro que mi posible objeto de placer se relaje y disfrute, sin pensar en si estará a la altura, joder, que no soy el everest, conozco a mujeres de aspecto frágil y delicado, de sonrisa trémula y caída de ojos de ameba que en realidad se acaban descubriendo como Terminator en un mal día y ya ves, les funciona.
Si, siento envidia ¿será por eso lo de las canas?, siento envidia de la que no tiene una fortaleza compleja e inexpugnable que sólo los caballeros de brillante armadura pueden derribar.
Ya me gustaría bajar el puente tan sencillamente como dar la orden de "allá vá" y permitir la entrada libre, pero la realidad es la que es.
Ni es fácil, ni hay invitación, ni lo espero, ni tan siquiera lo deseo, pero sí hay un hecho que prevalece sobre todo lo demás, la entrada existe.
Mañana será otro día, y espero que mejore el presente y los anteriores, como siempre.
A partir del miércoles disfrutaré de unas merecidísimas vacaciones hasta el año que viene y quien sabe qué es lo que sucederá o dejará de suceder, aunque esto último es muy fácil de imaginar.
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